El anuncio del Accelerated Mobile Pages Project (AMP) por parte de Google deja completamente clara una cuestión: a pesar de que los smartphones y otros dispositivos móviles empiezan a parecernos ya un elemento que ha estado con nosotros desde prácticamente el principio de los tiempos, la realidad es que su uso para la navegación web seguía en realidad utilizando protocolos y estándares propios de la pantalla del ordenador, simplemente adaptados para pantallas de menor tamaño. Lo más que se solía hacer era, por parte del creador de contenido, generar una versión móvil, habitualmente con menos elementos, que se acomodaba al espacio disponible – diseño responsive – en función del user agent que identificaba algunas características del sistema.
El resultado era, en muchos casos, páginas muy poco optimizadas para su visualización o uso en dispositivos móviles, a pesar de estar teóricamente preparadas para ello: la idea estaba obviamente clara, pero la “caja de herramientas” seguía siendo básicamente la misma.
Lo que estamos viendo desde hace algunos meses con ideas como Snapchat Discover, Facebook Instant Articles, Apple News y ahora con Google AMP supone básicamente eso: el cambio de caja de herramientas, el desarrollo de nuevos procedimientos que de verdad planteen una optimización real diseñada desde el principio para la movilidad, sin herencias del pasado.
Básicamente, lo que AMP significa es un conjunto de restricciones en las funciones que pueden ser utilizadas de HTML, CSS y Javascript, de manera que se obtiene un rendimiento muy superior. Se trata de quedarse con los elementos que cargan rápido en una página y prescindir de los que cargan de manera más lenta: ningún script creado por el usuario ni por terceras partes, ningún elemento embebido o multimedia más allá de los específicamente diseñados para ello, y nada cuyo consumo de recursos no podamos controlar con mano de hierro. Las funciones que antes llevábamos a cabo con esos recursos ahora “proscritos” pasan a realizarse con elementos propios creados y optimizados específicamente para ello. A partir de ahí, si añadimos además procedimientos de cacheado muy eficientes, podemos plantearnos páginas que cargan de manera casi instantánea, y una experiencia de usuario que al principio será llamativa, pero que tendrá mucha más importancia cuando simplemente sea “lo normal” y observemos por comparación las páginas que no lo utilizan.
El AMP de Google es un movimiento de respuesta de esos que gustan tan poco a la compañía: se ve obligada a platearlo ante la evidencia de que, en caso de no hacerlo, el fenómeno iba a tener lugar sin ellos. Como creador de contenidos, la decisión de participar en unos Instant Articles de Facebook que te ofrecen incrementar tus ingresos de publicidad al exponer potencialmente tu contenido a más personas (por el número total de usuarios de Facebook y por la potencia de los algoritmos de recomendación) y que incluso te ofrecen la posibilidad de aportarte ingresos extra mediante la publicidad de la propia red (siguiendo el esquema clásico de comisiones del 70% – 30%) era, como dirían en El Padrino, “una oferta que no se podía rechazar”. La idea de que Facebook “se coma internet” y se convierta en el lugar donde mayoritariamente se informan sus 1.500 millones de usuarios resultaba aterradora, por mucho que parte de esos contenidos pudiesen llevar embebida publicidad gestionada por Google. A Google, que Facebook, Apple o incluso Snapchat en el segmento más joven se conviertan en partes significativas de la dieta informativa de un número importante de personas es una circunstancia que, lógicamente, le da mucho miedo. De ahí que el contraataque no se produzca simplemente con un producto de Google, sino con una solución completamente de código abierto, con una licencia Apache completamente business-friendly, y disponible en Github, el repositorio más popular.
¿Qué debe hacer el usuario ante esto? Simplemente, sentarse a disfrutar: se encontrará con que un número cada vez mayor de páginas se cargan a una velocidad que al principio les resultará sorprendentemente rápida, pero que pronto se convertirá en el estándar esperado. Para el creador de contenidos, las opciones son también muy pocas: quedarse fuera implica arriesgarse a ser ese por cuyos contenidos hay que esperar, en medio de un entorno en el que todo se mueve mucho más rápido, algo competitivamente insostenible. La única forma de afrontar esta situación en la que las empresas tecnológicas han conseguido hacerse con las claves de la experiencia de usuario es tratar de estar en todo, de apuntarse a todo, y de jugar con todas las barajas. Quien pierda oportunidades y se retrase, no saldrá en la foto, perderá canales que prometen convertirse en muy importantes tanto a la hora de aportar páginas vistas como ingresos, y podrá perder mucho más si los algoritmos de la propia Google, que penalizan de forma severa las páginas con tiempos de carga lentos, lo degradan en sus páginas de resultados.
Si tu negocio son los contenidos, ya puedes estar dedicando recursos, personas y esfuerzo a trabajar con todos estos nuevos formatos, porque no hacerlo te puede llegar a costar mucho. En este mundo, si pierdes la relevancia en buscadores que te trae el importantísimo tráfico de descubrimiento, te quedas al margen de los algoritmos de recomendación que hacen lo mismo, y ofreces además una experiencia de usuario sensiblemente peor, estás condenado a un rápido fracaso. Estratégicamente podrás pensar lo que quieras sobre la conveniencia de meterte de cabeza en una plataforma en la que todo parece controlado por grandes empresas tecnológicas frente a otra en la que todo respondía a estándares abiertos… pero en la práctica, la gran verdad es que no vas a tener ninguna otra opción. En carrera de la reinvención de la web móvil, convertida en la verdadera plataforma del futuro que nadie puede ignorar, el disparo de salida ha sonado ya.
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